viernes, 4 de julio de 2008

Focusing: Acuerdo Interno vs. Desintegración

Te sucedió alguna vez de tener que tomar una decisión, y entre las alternativas planteadas te encontraras en una disyuntiva?
Para la toma de decisiones, Focusing también puede ayudarnos a conectarnos con nuestro ser como totalidad, para que decidamos lo que decidamos, logremos una sensación física que nos lleve a conseguir el objetivo, desde un lugar más armónico.
Al solo efecto de hacer esta exposición más gráfica, propongo que distingamos al SER como una parte que piensa y otra que siente. Aclaro que me tomo esta licencia para que se entienda el concepto, ya que de lo contrario, estaría cayendo una vez más, en una mirada parcial de la persona, no integrada, diseccionada. Para lograr explicar esto con un ejemplo, partiré de un hecho frecuente: Quizás alguna vez te haya pasado que frente a la posibilidad de decidir tomar un empleo u otro, sopese los pro y contra de cada uno de ellos.
Desde un lugar racional (pensamiento), se decide por uno, ya que es el que ofrece mejor salario y mayor posibilidad de progreso, queda más cerca de nuestro hogar y el lugar físico es el adecuado. Por todos estos motivos, es “lógico” suponer que la decisión es la correcta, pero, una vez más hay un pero, hay algo que no nos termina de convencer, una especie de luz de alerta que se enciende en nuestro interior que nos dice algo así como: Parece lo mejor, pero tené cuidado, hay algo ahí por lo que no estoy convencido...
En este ejemplo se pueden hacer dos cosas: la primera sería acallar a esa voz interna, desplazándola, agregándole argumentos para convencernos, en resumen dejar que nuestra “parte” racional se imponga; La segunda opción es quizás la más difícil de lograr si no se tienen los recursos necesarios. Con Focusing, podemos lograrlo y es la siguiente:
Darle lugar en nuestro interior a estas dos opciones, como si pusiéramos en cada una de nuestras manos una de ellas.
A este paso podemos llamar: “Recibir”. Recibir significa, permanecer con cada una de estas, abstrayéndonos de aventurar juicios de valor. Cuando prejuzgamos una alternativa, inhibimos la posibilidad de ver otras aristas que de esta otra forma, veríamos.
Si lejos de desechar una opción, nos acercáramos a ella como si fuera la única o más importante y nos preguntáramos: para qué optar por esa y para qué no hacerlo, qué es lo mejor que pudiera pasarme y qué lo peor, a qué le temo en una u otra y sopesar las respuestas desde todo mi ser, hay una posibilidad mucho mayor, de optar por una de las alternativas desde un lugar más holístico, donde claramente pueda vislumbrar que, fuera el que fuese el resultado, iré desde una posición de aceptación total de mi experiencia.
Tal como expusiera en la entrega de diciembre pasado, si la alternativa que hubiera elegido desde este lugar, arrojara como resultado que no fue la mejor, nuestra reacción más probable sería de aceptación del error y tomaría el hecho como una experiencia de crecimiento, si en cambio hubiera resultado satisfactoria, la alegría sería mucho mayor, ya que no habría nada adentro mío que indicara algún tipo de disconformidad. Esto es acuerdo interno.
Cuando hablo de desintegración, me refiero a las personas que desde fuera se las puede ver exitosas, que aparentemente no les falta nada y sin embargo no son felices, quizás porque tienen una actividad laboral exitosa, pero no hacen lo que más les gusta, o que tienen una hermosa familia (vista desde su afuera) y no sienten un estado de completitud, etc., etc., etc. Estos ejemplos, que desgraciadamente se ven por doquier, sirven para explicar la falta de acuerdo interno.
Ya expliqué cómo lograrlo, solo hace falta tomar la iniciativa para intentarlo y la decisión para promover el cambio, sabiendo que para esto tenemos un recurso inherente a todo ser humano y es la tendencia formativa actualizante, de la que hablaremos en próximas entregas.
Clr. Eduardo A. Blacher
Consultor Psicológico especializado en Desarrollo Personal, Parejas y Familias, Adolescencia y Focusing Oriented Therapist.

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