Una mirada al rol del Consultor
Hace muy pocos días, más precisamente el 19 de abril pasado, apareció en el diario La Nación la noticia “Cómo prevenir la violencia en menores”. En ella había un subtítulo que enunciaba que las estrategias más efectivas fueron aquellas que se basaban en el trabajo con los padres.
En ese artículo dicen científicos londinenses que hay que darle un corte de raíz al problema apoyándose en estudios genéticos moleculares y por imágenes para indagar qué es lo que ocurre en los jóvenes cuando aparece el “comportamiento antisocial”.
Según Moffitt “los jóvenes que se convierten en criminales "de por vida" solían mostrar, ya temprano en sus vidas, algún tipo de impedimento neurológico o temperamentos problemáticos. Tienden a tener bajo cociente intelectual, pocas habilidades lingüísticas y diagnósticos de trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno psiquiátrico caracterizado por violencia, crueldad hacia las personas y animales, y una tendencia a romper las reglas”. Pero lo que no se aclara en ningún momento en qué estudios se basaron para detectar todas esas alteraciones en los “jóvenes criminales de por vida”.
Más adelante Moffitt agrega que este comportamiento antisocial pudo chequearse en estudios realizados en gemelos y en adoptados y que su agresión presentaba un alto componente genético hereditario, y no le bastó con ello sino que atribuyó al componente genético nada más- ni nada menos que el 50% de la determinación del problema.
Otra investigadora atribuye a la falta de amor materno que los niños se conviertan en criminales, además de la falta de nutrición y el escaso peso al nacer.
En estos momentos, en Londres están investigando qué factores sociales son los que producen cambios en el cerebro que provocan este comportamiento antisocial. Además suman a la cuestión a la interacción de una enzima, la monoaminoxidasa, la criminalidad y el abuso en la infancia. Pareciera ser que la serotonina, molécula que regula la agresión y la monoaminoxidasa destruyen los neurotransmisores.
Otro de los “magistrales trabajos de campo” fue descubrir que niños de 9 años -abusados tempranamente- veían en mayor grado caras de hostilidad en los otros.
Por último habla de niños en situación de pobreza y de hambre, en instancias de deprivación (aludiendo al concepto Winnicottiano) y concluye en la frase “manipular el comportamiento en menores de 8 años es mucho más efectivo para prevenir el comportamiento antisocial precoz”[…] finalizando con un…”Pero ahora, con las herramientas para encontrar a los niños problemáticos temprano y darles la ayuda correcta, tenemos el poder de quebrar el círculo vicioso”.
Ya de por sí me parece pertinente diferenciar la idea de lo que significa un niño en la calle de lo que es un niño de la calle. No es lo mismo un chico que está todo el día en la calle y, luego regresa a su casa, que un chico cuyo hogar es la calle o que convive en ella con un hermano, con un amigo o en una “ranchada”.
No es lo mismo que se haya ido de su casa por propia determinación, con la necesidad de nuevas experiencias, que aquel otro que no tenía otra solución porque en su casa ya eran bastantes o- en el peor de los casos- porque sus padres los golpeaban o abusaban físicamente de ellos.
A veces, y lamentablemente, el hecho de haberse ido de su hogar, es un acto de autoprotección ya que, si bien se fuga a un lugar que representa un factor de riesgo, tal vez es menos riesgoso que su propio hogar.
Por otra parte en el artículo se menciona la situación de pobreza y de hambre. Considero que la vulnerabilidad no tiene una clase económica que abarque a cada estrato social.
La exclusión se produce tanto en situaciones de pobreza como en situaciones de riqueza.
Tal vez no es habitual que estos últimos casos sean tan visibles, pero alcanza con hacer un recorrido por los diferentes hechos producidos en nuestro país con jóvenes y niños que no tenían problemas económicos. Los problemas eran otros. La pérdida de la mirada y escucha atenta se produce en todos los contextos sin ser exclusivos de uno sólo.
Me parece que la investigación de los científicos londinenses tiene una mirada muy recortada, si se quiere, parcializada de la situación de violencia. Se busca simplificar, unicausalizar algo que es sumamente complejo, difícil y multicausal. Si reducimos y simplificamos en que la violencia se soluciona con buenos padres, seguramente la solución- o la que creamos que pueda serlo- irá alejándose cada vez más.
Tengo la suerte de ser Consultora psicológica y…docente, y una se siente como formando parte de las bisagras involucradas que hacen que diferentes puertas puedan abrirse.
Así como muchas veces se busca el apoyo de los padres, no es para que el docente- agente activo de la educación- "se lave las manos" sino para trabajar de manera conjunta. Cuando digo Educación no me estoy refiriendo únicamente a la escuela, sino a toda aquella institución que imparte cultura. La cultura es educación, la tradición hace a la educación, la política educa. Si sólo delimitara a la escuela como la institución que imparte exclusivamente educación, sería tan reduccionista como esta investigación. Que la escuela es la institución preponderante...no me cabe la menor duda, pero no es la única. Que los padres son importantes en la educación de los hijos, seguro, pero tampoco son los únicos. Un viejo proverbio africano reza: "Se necesita a todo un pueblo para educar a un niño". Miguel Santos Guerra, pedagogo malagueño agrega (SIC) "Se necesita a todo un BUEN pueblo para educar BIEN a un niño". En esta tarea estamos todos inmersos en un mismo momento social vivenciado en forma singular por cada participante.
Lewcowicz hablaba de “supuestos” descontextualizados en la realidad. Los padres suponen que los hijos son de determinada manera y ellos mismos se “suponen” de una forma como padres. Los docentes esperan recibir en sus aulas a alumnos “supuestamente” munidos de ciertas herramientas de las que, en realidad, carecen.
Todos los soportes más importantes y sólidos para los niños se están “licuando” a la acertada manera descriptiva de Bauman.
Tenemos instituciones que ya no son lo que eran porque la realidad fue cambiando vertiginosamente y solamente nos hemos quedado con supuestos. Este choque entre la realidad y la virtualidad hace que cada vez más la familia y la escuela se desentiendan, cada una viviendo la realidad de diferentes formas.
Los vínculos se eligen de manera diferente, las experiencias- si se las puede llamar experiencia- se vivencian de diferentes formas. Todo es Light, todo es rápido y descartable y, si queremos sobrevivir en este mar social licuado, tendremos que resistir las influencias un sistema neoliberal que nos va marcando cómo tenemos que ser, sentir y pensar para pertenecer a algo sin quedar en situación de vulnerabilidad y exclusión. Y buscar rehacerse a pesar de ello.
Tenemos niños que dejaron de ser niños, cuya infancia se ha perdido y frágiles ante esta realidad, pero también tenemos adultos que dejaron de ser adultos, que sueñan con la eterna juventud y también frágiles ante la realidad indiscutible del paso del tiempo. Niños vulnerables. Adultos vulnerables.
Este clivaje generacional, esta separación de la realidad y del deseo, produce frustración.
Tal vez se trate de desaprender lo conocido para dar paso a conocimientos y vínculos nuevos.
Pero ¿Qué cuestiones son las que la Consultoría Educacional debiera tener en cuenta?
Justamente considero que la Consultoría Educacional podría servir de mediadora en esta fractura entre las instituciones más “supuestamente confiables” de la actualidad: el hogar y la escuela.
Deprivación no significa carencia sino, haber tenido y perdido aquello que se tuvo o creyó tener. Partiendo de esa base, se podría empezar a trabajar tratando de rescatar lo perdido. Fundamentalmente la pérdida de la palabra, no como lenguaje solamente sino como identidad del sujeto. El sujeto es palabra.
La Consultoría Educacional permite el diálogo entre estas instituciones que navegan a la deriva como los únicos estamentos semisólidos que aún flotan en la liquidez.
Poder habilitar un espacio para la escucha y la palabra, para plantear acuerdos establecidos conjuntamente ya es una buena oportunidad. Dejar en claro que no se trata de buscar culpables sino de hacernos responsables cada parte de la función que nos compete, ya sería una maravilla. Si le agregamos a esto la posibilidad de tener reuniones periódicas para evaluar el proceso desde que se comenzó a trabajar mancomunadamente hasta el encuentro siguiente…creo que tenemos un 80% ganado en esta gestión de rescate.
¿Se puede pretender el 100%? No creo que sea lo importante. Ya la actitud de comprometerse y actuar en consecuencia, nos ayuda a lograr y superar ese 100% “supuesto e ideal”. No nos olvidemos que para la escuela, se estaba haciendo el 100% de lo que se podía, pero para la familia también. Y lo mismo ocurrirá con los consultores para quienes es función primordial no “creerse” el 100%, porque estaría anclándose en supuestos dañinos para el buen ejercicio profesional.
Recordar que detrás de cada niño vulnerable, hay un adulto que mostró su propia vulnerabilidad a ese niño que hoy sufre.
Poder reafirmar al adulto, ayudarlo a ser autoridad sin ser autoritario, a ser portador de la confianza sin caer en el amiguismo, poder resaltarle los aciertos sin dejar de lado los desaciertos, siempre apuntando a que lo que está realizando implica un sacrificio enorme, pero también un acto de amor inigualable para ese chico que está pasándola mal, sería un buen comienzo.
Tener en cuenta que los Consultores Educacionales no son los que “van a poner orden” en la gestión directiva institucional ni dentro del seno familiar, sino más bien los que van a permitir que el diálogo se puede entablar entre las partes que están resquebrajadas.
Así como no se puede hablar de la infancia sino de las infancias tampoco se puede hablar de “el hogar” o de “la escuela” como ideales consumados y fuertes intocables e intocados por la conmoción social. Estaremos hablando de hogares y escuelas plurales que buscarán con la ayuda y el criterio profesional de los consultores las soluciones que consideren más propicias para cada situación en particular.
Para poder arribar al tratamiento del problema sería fructífero en primera medida, darle diferentes lecturas al conflicto ya que cada una de las partes leerá la conflictiva desde su propio marco. Esta lectura diferente, también posibilitará que cada uno plantee diversas estrategias de acuerdo a cómo se halle posicionado.
Poder realizar el tratamiento del conflicto, sin eludirlo, sin disolverlo y, sobre todo, sin “taparlo” producirá que situaciones que parecían permanentes y perdurables puedan descomprimirse para dar paso al diálogo, a la pregunta y, sobre todo, al establecimiento de la duda que ayudará a evaluar las estrategias implementadas y los resultados obtenidos fuera de toda certeza, para poder realizar los cambios sustanciales correspondientes y brindar así un “aire” nuevo, diferente, más allá de que sea el mejor, pero sí que sea distinto.
Recordemos que cambio no es mejora. Se puede estar mejor, más aliviado, sin que se haya producido el cambio necesario.
La Consultoría tendría que habilitar este proceso desde el posicionamiento de la duda, de la prueba, del acceso a la palabra, al acuerdo y, sobre todo, de brindar el sostén que ambas instituciones- hogar- escuela- necesitan para poder solidificarse.
Rescatar aquellas cosas de las que fueron deprivadas sería el horizonte al que apuntar, sin dejar de mirar el sendero que se está transitando.
Graciela E. S Simari
E-mail: esdegraciela@yahoo.com.ar
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miércoles, 25 de junio de 2008
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