Según la definición de diccionario el término resiliencia en psicología “ refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional. Cuando un sujeto o grupo humano es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada, y puede sobreponer a contratiempos o, incluso, resultar fortalecido por los mismos”.
El Dr. Cyrulnik, neuropsiquiatra, psicoanalista, etólogo francés y uno de los mayores exponentes en el mundo de la teoría y práctica de la resiliencia la desarrolló a partir de su propia experiencia sobre su tragedia personal.
En la actualidad, el concepto de resiliencia no solo se relaciona con el atravesamiento de grandes pérdidas, catástrofes o guerras sino que podemos apelar a nuestra capacidad interior (a nuestra propia luz, según algunos) para superar situaciones cotidianas, quizá no tan traumáticas pero no menos importantes. Todos tenemos una capacidad innata de auto superación pero no todos tenemos los elementos necesarios para poder ponerla en práctica. Los factores que podemos mencionar para hacerla más efectiva son:
Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo, “suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.
Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir del reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de cooptación de los jóvenes por grupos de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese reconocimiento.
Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite juzgar una situación con prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en juego esta capacidad.
Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta producen aislamiento: si es baja por autoexclusión vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo por la soberbia que se supone.
Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes.
Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones adversas.
Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. Fruto de la capacidad de reflexión, se desarrolla a partir del juego en la infancia.
Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la base del buen trato hacia los otros.
Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de enfrentarlas y cambiarlas. A esto se llega a partir de criticar el concepto de adaptación positiva o falta de desajustes que en la literatura anglosajona se piensa como un rasgo de resiliencia del sujeto (Melillo, 2002).
Como docente y capacitador me interesé en investigar la resiliencia para poder aplicarla en el ámbito educativo, sobre todo con los muchos alumnos de mediana edad en adelante que se me acercan para contarme “el trauma” (sic) que tienen por no saber hablar inglés o por su imposibilidad de hablarlo luego de años de estudio y experiencias frustrantes. En varias historias se repiten frases que aún hoy resuenan tales como “vos no servís para los idiomas”, “no naciste para el inglés”, “no tenés oído y pronunciás mal”, “mejor dedicate a otra cosa”, etc.
Creo que con esos significantes rondando en la cabeza, la mochila se hace muy difícil de sobrellevar porque el hecho de aprender se vive como una tortura con un final que ya de antemano se imagina como infructuoso.
El Informe Delors de la UNESCO de 1996 especificó como elementos imprescindibles de una política educativa de calidad, la necesidad de que ésta abarque cuatro aspectos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir con los demás y aprender a ser. Los dos primeros aspectos son los que se enfatizan tradicionalmente y se trata de medir para justificar resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración social y a la construcción de ciudadanía. Para el desarrollo de los últimos (y también de los primeros) sirven los programas que promueven la resiliencia en las escuelas.
La construcción de la resiliencia en la escuela implica trabajar para introducir los siguientes seis factores constructores de resiliencia (Henderson y Milstein, 2003):
1. Brindar afecto y apoyo proporcionando respaldo y aliento incondicionales, como base y sostén del éxito académico. Siempre debe haber un “adulto significativo” en la escuela dispuesto a “dar la mano” que necesitan los alumnos para su desarrollo educativo y su contención afectiva.
2. Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como motivadores eficaces, adoptando la filosofía de que “todos los alumnos pueden tener éxito”.
3. Brindar oportunidades de participación significativa en la resolución de problemas, fijación de metas, planificación, toma de decisiones (esto vale para los docentes, los alumnos y, eventualmente, para los padres). Que el aprendizaje se vuelva más "práctico", el currículo sea más "pertinente" y "atento al mundo real" y las decisiones se tomen entre todos los integrantes de la comunidad educativa. Deben poder aparecer las “fortalezas” o destrezas de cada uno.
4. Enriquecer los vínculos pro-sociales con un sentido de comunidad educativa. Buscar una conexión familia-escuela positiva.
5. Es necesario brindar capacitación al personal sobre estrategias y políticas de aula que trasciendan la idea de la disciplina como un fin en sí mismo. Hay que dar participación al personal, los alumnos y, en lo posible, a los padres, en la fijación de dichas políticas. Así se lograrán fijar normas y límites claros y consensuados.
6. Enseñar "habilidades para la vida": cooperación, resolución de conflictos, destrezas comunicativas, habilidad para resolver problemas y tomar decisiones, etcétera. Esto sólo ocurre cuando el proceso de aprendizaje está fundado en la actividad conjunta y cooperativa de los estudiantes y los docentes.
Podría agregar a las conclusiones del informe la necesidad de tomar conciencia como sociedad toda de la importancia trascendental del hecho educativo, de su proceso, sus implicancias y su impacto en la vida cotidiana.
Cuando realmente valoremos, jerarquicemos y pongamos a una educación de calidad con alto nivel de profesionalismo comprometido con ella en el centro de la escena, creo que nuestra calidad de vida comenzará a cambiar y perdurar en el tiempo.
Jorge Cheula
Psicólogo operativo/ Profesor de inglés
www.ces-ingles.com.ar
info@ces-ingles.com.ar
TE:4547-3379
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