“Un amnésico iba de viaje en compañía de un bonzo, al que le preguntaba a cada instante su nombre y destino. El bonzo, molesto por aquella pregunta repetida hasta la saciedad, decidió llevar la debilidad del amnésico hasta el límite.
Pasaron la noche en la misma habitación del albergue. Por la mañana, al ver a su compañero profundamente dormido, el bonzo le cortó el pelo y le puso sus ropas mientras que él salió con las ropas del amnésico.
Cuando este despertó y se miró al espejo, gritó:
- Mira, he aquí el bonzo que estaba conmigo anoche, pero, y yo, ¿dónde estoy? ¿Me he perdido? Es absolutamente necesario que me encuentre!
Y partió en su propia búsqueda.
martes, 3 de junio de 2008
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